Es innegable el avance sustancial que ha tenido la democracia en México en lo que va del sexenio. Además de expedir leyes que dan posibilidad a la ciudadanía de involucrarse más en la vida política del país, se lleva a cabo la transformación de las instituciones de manera estructural.
Vivimos una época sin precedentes, en la cual la simulación de cambio y la corrupción son actos penados. Y si bien los actuales órganos electorales parecen inclinarse hacia cierto sector, protegiendo determinados intereses, ya no están sometidos a la silla presidencial, tienen plena autonomía.